miércoles, 26 de agosto de 2015

Yo también canto América - Langston Hughes



Soy el hermano oscuro.
Me hacen comer en la cocina
Cuando llegan visistas.
Pero me río,
Y como bien,
Y me pongo fuerte.

Mañana
Me sentaré a la mesa
Cuando lleguen visistas.
Nadie se animará
A decirme
"Vente a la cocina"
Entonces.

Además, verán lo hermoso que soy
Y tendrán vergüenza,-

Yo, también, soy América.

Versiones de Jorge Luis Borges, revista Sur, Otoño 1931, Año I, Buenos Aires

martes, 18 de agosto de 2015

Incidente – Countee Cullen



Viajando una vez por el viejo Baltimore
La cabeza y el corazón rebozantes de alegría,
Vi a un baltimoriano
Que me miraba fijamente.

Yo tenía ocho años y era muy pequeño,
Y él no era una pizca más grande que yo.
Entonces le sonreí, pero él saco lentamente
Su lengua y me dijó “Negro”
.
Yo vi todo Baltimore
Desde mayo hasta diciembre,
Pero de las cosas que allí me sucedieron
Solo eso recuerdo.

En Harlem, los blues de la historia. Colecciones Gelman. Leviatan, 2014

viernes, 14 de agosto de 2015

Compuesto por la nieve que caía - Kiyowara no Fukayabu


Compuesto por la nieve que caía

                   Que siendo invierno,
                   Del cielo flores
                   Vengan derramando,
                   ¿será que tras las nubes
                   Están en primavera?

                                                  ()


En Poesía clásica japonesa (Kokinwakashü), traducido del japonés por Torquil Duthie. Trotta, 2005

lunes, 10 de agosto de 2015

El paraíso sobre los tejados... César Pavese



Será un día tranquilo, de luz fría
como el sol que nace o muere, y el cristal
cerrará el aire sucio fuera del cielo.

Se nos despierta una mañana, una vez para siempre,
en la tibieza del último sueño: la sombra
será como la tibieza. Llenará la estancia,
por la gran ventana, un cielo más grande.

Desde la escalera, subida una vez para siempre,
no llegarán voces, ni rostros muertos.

No será necesario dejar el lecho.
Sólo el alba entrará en la estancia vacía.
Bastará la ventana para vestir cada cosa
con una tranquila claridad, casi una luz.
Se posará una sombra descarnada sobre el rostro sumergido.

Será los recuerdos como grumos de sombra
aplastados como las viejas brasas
en el camino. El recuerdo será la llama
que todavía ayer mordía en los ojos apagados.

Versión de Carles José i Solsora. En en "Trabajar cansa"(Lavorare stanca) de (1940)

jueves, 6 de agosto de 2015

Por escrito por una gallina - Julio Cortázar



Con lo que pasa es nosotras exultantes. Rápidamente del posesionadas mundo estamos hurra. Era un inofensivo aparentemente cohete lanzado Cañaveral americano Cabo por los desde. Razones se desconocidas por órbita de la desvió, y probablemente algo al rozar invisible la tierra devolvió a. Cresta nos cayó en la paf, y mutación golpe entramos de. Rápidamente la multiplicar aprendiendo de tabla estamos, dotadas muy literatura para la somos de historia, química menos un poco, desastre ahora hasta deportes, no importa pero: de será gallinas cosmos el, carajo qué.

En La vuelta al día en ochenta mundos. RM Verlaga, México DF,2010.

lunes, 3 de agosto de 2015

Anillos de ceniza - Alejandra Pizarnik


                                                         A Cristina Campo

Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.

En "Los trabajos y las noches" ,Obras completas. Poesía y Prosas, Corregidor. Buenos Aires, 1990.

domingo, 2 de agosto de 2015

105 - Morelliana. - Julio Cortázar


Pienso en los gestos olvidados, en los múltiples ademanes y palabras de los abuelos, Poco a poco perdidos, no heredados, caídos uno tras otro del árbol del tiempo. Esta noche encontré una vela sobre una mesa, y por jugar la encendí y anduve con ella en el corredor. El aire del movimiento iba a apagarla, entonces vi levantarse sola mi mano izquierda, ahuecarse, proteger la llama con una pantalla viva que alejaba el aire. Mientras el fuego se enderezaba otra vez alerta, pensé que ese gesto había sido el de todos nosotros (pensé nosotros y pensé bien, o sentí bien) durante miles de años, durante la Edad del Fuego, hasta que nos la cambiaron por la luz eléctrica. Imaginé otros gestos, el de las mujeres alzando el borde de las faldas, el de los hombres buscando el puño de la espada. Como las  palabras perdidas de la infancia, escuchadas por última vez a los viejos que se iban muriendo. En mi casa ya nadie dice «la cómoda de alcanfor», ya nadie habla de «las trebes» —las trébedes—. Como las músicas del momento, los valses del año veinte, las polkas que enternecían a los abuelos.
Pienso en esos objetos, esas cajas, esos utensilios que aparecen a veces en graneros, cocinas o escondrijos, y cuyo uso ya nadie es capaz de explicar. Vanidad de creer que comprendemos las obras del tiempo: él entierra sus muertos y guarda las llaves. Sólo en sueños, en la poesía, en el juego —encender una vela, andar con ella por el corredor— nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos.

En Rayuela. Altaya. Buenos Aires, 1995