martes, 5 de enero de 2016

El cuaderno de Bento – John Berger


Hay dos categorías de narración. Están aquellas narraciones que tratan de lo invisible y lo oculto, y están las que exponen y ofrecen lo revelado. Lo que yo –conforme a mi propio sentido, especial y físico, de esos términos– denomino la introvertida y la extravertida. ¿Cuál de las dos se adaptará presumiblemente mejor, de una forma más incisiva, a lo que sucede hoy en el mundo? Creo que la primera.
Porque sus historias parecen inacabadas. Porque entrañan la necesidad de compartir. Porque en su forma de relatar, un cuerpo se refiere tanto a un individuo como a un conjunto de individuos. Porque en estas narraciones el misterio no es algo que se vaya a resolver, sino es algo que se lleva con uno. Porque, aunque puedan tratar de una violencia, de una pérdida, o de una furia súbitas, no se quedan en lo inmediato, miran a lo lejos. Y sobre todo porque sus protagonistas no son actores, son supervivientes.
Si retomamos a Antón Chéjov, ¿qué significa todo esto en relación con el reto que él nos proponía? No ofrece una receta. Lo que ofrece es cierto tipo de lente para observar las historias que piden ser contadas.
La lengua viva, a diferencia de la literaria, está llena de interrupciones y nunca tienen un único hilo. Observen y escuchen el coro de acciones que se llevan a cabo simultáneamente. Acciones comunes que son tan impredecibles como los conflictos.
El cuaderno de Bento. Alfaguara. 2012

lunes, 4 de enero de 2016

Cenizas - Alejandra Pizarnik



Hemos dicho palabras,
palabras para despertar muertos,
palabras para hacer un fuego,
palabras donde poder sentarnos
y sonreír.

Hemos creado el sermón
del pájaro y del mar,
el sermón del agua,
el sermón del amor.

Nos hemos arrodillado
y adorado frases extensas
como el suspiro de la estrella,
frases como olas,
frases como alas.

Hemos inventado nuevos nombres
para el vino y para la risa,
para las miradas y sus terribles
caminos.

De Las aventuras perdidas (1958)

domingo, 3 de enero de 2016

La balsa de piedra - José Saramago


Acto dificilísimo es el de escribir, responsabilidad de las mayores, basta pensar en el trabajo agotador que supone disponer por orden temporal los acontecimientos, primero éste, luego aquél, o, si conviene a las exigencias del efecto buscado, el suceso de hoy colocado antes del episodio de ayer, y otras no menos arriesgadas acrobacias, el pasado como si hubiera sido ahora, el presente como un continuo sin principio ni fin, pero, por mucho que se esfuercen los autores, hay una habilidad que no pueden exhibir, poner por escrito, al mismo tiempo, dos casos en el mismo tiempo acontecidos. Hay quien cree que la dificultad se resuelve dividiendo la hoja en dos columnas, lado con lado, pero el truco es ingenuo, porque primero se escribió un lado y después el otro, sin olvidar que el lector tendrá que leer primero éste y luego aquél, o viceversa, quienes lo tienen bien son los cantantes de ópera, cada uno con sus panes en los concertantes, tres cuatro cinco seis entre tenores bajos sopranos y barítonos, todos cantando palabras diferentes, por ejemplo, el cínico escarneciendo, la ingenua suplicando, el galán tardo en acudir, al espectador lo que le importa es la música, pero el lector no es así, lo quiere todo explicado, sílaba por sílaba y una tras otra, como aquí se muestran. Por eso, habiendo primero hablado de Joaquim Sassa, hablaremos ahora de Pedro Orce, cuando lanzar Joaquim la piedra al mar y levantarse Pedro de la silla fue todo obra de un instante único, aunque en los relojes hubiera una hora de diferencia, es el resultado de estar éste en España y aquél en Portugal.

La balsa de piedra. Colección "Biblioteca José Saramago". Ed. Alfaguara. 2010

sábado, 2 de enero de 2016

Kaput



El niño que mostraba el gusanito a los condenados        
que inauguró el amor con un perro o una mata de plátano  
el niño que prefería la pechuga a las piernas del pollo  
el primer denunciador de la pornografía de Blanca Nieves
el niño que fue la perdición de cinco primas            
una tía y dos amigas de mamá                            
el niño que inventó los nuevos mapas                    
de la acupuntura gozosa                                  
el cerebro gris tras el trono de Havelock Ellis          
el niño-no-apto-para-menores-de-18-años                  
el criado con leche de las Salas-cuna de Gomorra        
el niño que le tocó la manzana a Eva                    
y fue expulsado antes que Adán del aburrido paraíso      
el niño que creó la necesidad de las sillas las paredes  
los muros las graderías de los stadiums                  
el niño-tirabuzón el niño-abrelatas                      
el niño que no ha perdonado ni al canario                
fue finalmente enviado a Dinamarca                      
porque imagínese usted.

Antología poética de Roque Dalton. Colección Visor de Poesía.