miércoles, 29 de noviembre de 2017

La primera noche de Vladimir Maïakovski

"La primera noche, ellos se acercan 
y toman una flor de nuestro jardín.
No decimos nada.
La segunda noche ya no se esconden, 
pisan las flores, matan nuestro perro y no decimos nada.
Hasta que un día, el más frágil de ellos, 
entra solo a nuestra casa, nos roba la luna,
y conociendo nuestro miedo, 
nos arranca la voz de la garganta,
y porque no dijimos nada,
ya no podemos decir nada."

martes, 21 de noviembre de 2017

105 - Morelliana de Julio Cortázar


Pienso en los gestos olvidados, en los múltiples ademanes y palabras de los abuelos, poco a poco perdidos, no heredados, caídos uno tras otro del árbol del tiempo. Esta noche encontré una vela sobre una mesa, y por jugar la encendí y anduve con ella en el corredor. El aire del movimiento iba a apagarla, entonces vi levantarse sola mi mano izquierda, ahuecarse, proteger la llama con una pantalla viva que alejaba el aire. Mientras el fuego se enderezaba otra vez alerta, pensé que ese gesto había sido el de todos nosotros (pensé nosotros y pensé bien, o sentí bien) durante miles de años, durante la Edad del Fuego, hasta que nos la cambiaron por la luz eléctrica. Imaginé otros gestos, el de las mujeres alzando el borde de las faldas, el de los hombres buscando el puño de la espada. Como las palabras perdidas de la infancia, escuchadas por última vez a los viejos que se iban muriendo. En mi casa ya nadie dice «la cómoda de alcanfor», ya nadie habla de «las trebes» —las trébedes—. Como las músicas del momento, los valses del año veinte, las polkas que enternecían a los abuelos.
Pienso en esos objetos, esas cajas, esos utensilios que aparecen a veces en graneros, cocinas o escondrijos, y cuyo uso ya nadie es capaz de explicar. Vanidad de creer que comprendemos las obras del tiempo: él entierra sus muertos y guarda las llaves. Sólo en sueños, en la poesía, en el juego —encender una vela, andar con ella por el corredor— nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos.
Julio Cortázar. Rayuela.




miércoles, 15 de noviembre de 2017

El autobús de Leonard Cohen


Fui el último pasajero del día.
Estaba solo en el autobús.
Me sentía contento de que se estuvieran gastando tanto dinero
sólo para llevarme por la Octava Avenida arriba.
¡Conductor! Grité, estamos usted y yo esta noche.
huyamos de esta gran ciudad
a una ciudad más pequeña más propia para el corazón,
conduzcamos más allá de las piscinas de Miami Beach,
usted en el asiento del conductor,
yo varios asientos más atrás,
pero en las ciudades racistas cambiaremos de lugar
para mostrar lo bien que le ha ido arriba en el norte,
y busquemos para nosotros
alguna diminuta villa pesquera americana
en la Florida desconocida
y aparquemos justamente al borde de la arena,
un enorme autobús como una señal,
metálico, pintado, solitario,
con matrícula de Nueva York.

 De "Flores para Hitler"


The bus

I was the last passenger of the day,
I was alone on the bus,
I was glad they were spending all that money
just getting me up Eighth Avenue.
Driver! I shouted, it’s you and me tonight,
let’s run away from this big city
to a smaller city more suitable to the heart,
let’s drive past the swimming pools of Miami Beach,
you in the driver’s seat, me several seats back,
but in the racial cities we’ll change places
so as to show how well you’ve done up North,
and let us find ourselves some tiny American fishing village
in unknown Florida
and park right at the edge of the sand,
a huge bus pointing out,
metallic, painted, solitary,
with New York plates.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Colectivos tapados de polvo de Miguel Angel Petrecca


Colectivos tapados de polvo
desde Avellaneda, Burzaco, Banfield,
desde La plata, Temperley, Bosques,
vienen día y noche, van y vienen,
carros de cartoneros, combis, autos,
motos con encomiendas y cartas,
camiones como hormigas con su container,
y camiones de basura en la madrugada
hacia provincia a enterrar su carga,
vienen y van, patrullas, ambulancias,
carros atmosféricos y de bomberos,
todos con sus sirenas y sus luces,
colectivos repletos, tambaleantes,
hacia Paso del Rey, Moreno, Ezeiza,
Lomas de Zamora, Quilmes, Echeverría,
van a paso de hombre, de tortuga,
en los cuellos de botella detenidos,
en peajes, en piquetes, en barreras,
van con gente en el estribo trenes,
algunos ya sin las persianas metálicas
codiciadas por la industria de la refundición,
otros con las persianas cascoteadas
a su paso desde el borde de las villas,
van el Gran Capitán, el Tucumano
y el ramal a Córdoba recién reabierto,
el Belgrano, el Sarmiento, el Sanmartín,
y el Belgrano cargas, lentísimo,
todo un montón de hierro viejo,
van ómnibus de larga distancia
medio vacíos fuera de la temporada
hacia los balnearios vacíos y últimos,
hacia los pequeños oasis de las YPF,
van con sus choferes cansados que cabecean
en medio de la ruta soñando un accidente,
despertándose un segundo antes para evitarlo,
van con trabajadores golondrina,
con viajantes de comercio y turistas,
van con familias nómades y fugitivos,
por las rutas provinciales y nacionales,
polvorientos por caminos de ripio
que registran solo los mapas mentales,
van hacia las salinas y los yacimientos,
bordeando las vías muertas de tren,
entre medio de los campos de soja,
van con el sol calentando la carrocería
o una tenue luz de minero en la frente
de noche, por un túnel subfluvial,
van hacia las villas, hacia los villorrios,
hacia las últimas poblaciones perdidas,
van hacia una ciudad recién fundada.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Los nadies de Eduardo Galeano


Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Canción de las simples cosas de Armando Tejada Gómez




Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas,
o mismo que un árbol que en tiempo de otoño se queda sin hojas.
Al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas,
esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón.


Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida,
y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas.
Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso,
que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo.


Demórate aquí, en la luz mayor de este mediodía,
donde encontrarás con el pan al sol la mesa tendida.
Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso,
que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Cada día de William Carlos Williams


Cada día al ir hacia mi auto
atravieso un jardín
y a menudo querría que Aristóteles
se hubiera detenido a
considerar el poema ditirámbico,
o que se conservaran sus apuntes.
Rústica hierba afea el bello prado
mientras miro a diestra y siniestra
tic toc...
Y a diestra y siniestra las hojas
crecen en el joven duraznero
por el esbelto tronco.
Ninguna rosa es segura, cada rosa es una
y esta, distinta de otra,
abierta del lodo, casi como un plato
sin taza. Pero es una rosa, color
de rosa. Se la siente rotar lentamente
sobre su tallo espinoso.
 
Versión de Alberto Girri